El engaste o engarce es el procedimiento que permite sujetar la piedra sobre una montura metálica, de modo que se realce la belleza de ambos elementos, que en definitiva constituyen la pieza de joyería.
A finales de la Edad Media se resaltaba la belleza del diamante mediante sofisticados engastes en forma de rosetones, letras y otros símbolos, e incluso se añadían breves inscripciones o poemas personalizados en el interior de los mismos, obteniéndose románticas y bellas piezas.
Las técnicas de engastado de piedras preciosas en general y diamantes en particular ha ido evolucionando al tiempo que lo hacía la talla. Los primeros diamantes, generalmente un octaedro regular, se montaban de forma que únicamente era visible parte de la pirámide superior del mismo, quedando el resto oculto por el propio engaste.
Con la idea de resaltar los diamantes los orfebres del siglo XVI introdujeron la técnica de montar una lámina de plata en el engaste alrededor de la piedra, dando así la impresión de tener mayor tamaño favoreciendo de paso el reflejo de sus destellos. Igual técnica se seguía con otras piedras preciosas, rodeándolas con metal coloreado más parecido al color de estas (rojo para rubíes, verde para esmeraldas, etc.)
Fue el famoso joyero neoyorquino Tiffany el inventor de un engaste abierto formado por seis pequeñas garras de platino que sujetaban la piedra sobre el aro del anillo, dejando al descubierto la mayor parte de las facetas del diamante, que podía así ser admirado en toda su belleza. Esto exigió utilizar gemas libres de imperfecciones que en los engastes más antiguos hubieran quedado ocultas.
Un perfecto engaste es la mejor garantía de que la piedra no sufra riesgos de deterioro o pérdida con el uso normal de la joya. Se requiere para ello un metal resistente, duro e indeformable, sobre todo en diseños arriesgados que, como el de Tiffany, exhiben la piedra generosamente. El uso del platino para realizar el engaste tiene la doble virtud de proporcionar una rígida sujeción y realzar el centelleo del diamante sobre la superficie blanca y brillante de este metal.
Aunque el platino se configure como el metal ideal para el engastado de piedras preciosas, en especial el diamante, otros metales son utilizados para este mismo objeto, como el oro amarillo, que proporciona con su color una gama de contrastes muy agradables. Junto a él el oro blanco se utiliza profusamente para la misma finalidad, y a costes bastante inferiores, y ha dejado prácticamente de utilizarse para ello la plata.
En las figuras de la izquierda se muestran algunos engastes modernos que pueden ilustrar lo que se ha dicho. Puede apreciarse en ellos la diferente forma de sujetar la piedra y el resultado obtenido en la exhibición de la misma. Tal vez de entre todos ellos llame más la atención por su originalidad el engaste Feeling que, como dice su diseñador, parece sujetar el diamante entre los dos dedos de una mano. Naturalmente las características del engaste vienen dadas por la talla de la piedra a montar, de modo que algunos se prestan bien para un tipo de talla y son absolutamente inadecuados para otras.
Como se ha indicado, el engaste de una piedra preciosa es un aspecto esencial para la vida de esta, y por este motivo en su cuidado debe introducir la buena práctica de hacer revisar periódicamente sus piezas con pedrería por su joyero y asegurarse de que no hay riesgo de pérdida o deterioro.