El concepto de gema, como un cuerpo cristalino de origen mineral, exige ser reformulado al hablar de perlas, ya que a diferencia de aquellas, que se extraen de la tierra, estas son creadas por ostras vivas en las profundidades marinas. Las gemas minerales han de ser pulidas o talladas para que muestren su belleza, en tanto que las perlas se forman ya con el lustre y brillo sin que hayan de ser manipuladas por el hombre.
Cuando un objeto extraño se introduce en el interior de una madreperla, habitualmente entre el manto y la concha, si no puede librarse de él, opta por recubrirlo con capas superpuestas de una substancia que aquella segrega llamada nácar provocando a menudo una invaginación epitelial o saco perlífero dentro del cual tiene lugar el proceso, en todo similar a la formación del nácar de la concha. A veces crecen en forma vesicular sobre la propia concha, dando lugar a otra variedad de perlas denominada Mabe. Esta acción de recubrimiento es contínua mientras el cuerpo extraño permanezca en su interior, incrementando con el tiempo su tamaño y generando así una perla.
El nácar es un compuesto de color variable formado por capas concéntricas y alternantes de conquiolina, calcita y aragonito (una variedad de carbonato cálcico), alineados en una estructura cristalina de tal modo que la luz que atraviesa una capa es reflejada y refractada por otra, produciendo de esta forma hermosos brillos irisados característicos.
El color de la perla depende básicamente de la conquiolina del nácar, mientras que el oriente o brillo, tiene su origen en la curvatura de las láminas de nácar de la capa externa, reflectante de la luz. La calidad de la perla va por ello íntimamente ligada a la del nácar de sus láminas, y en particular a su número, espesor y grado de deshidratación de estas.
La disposición laminar del nácar permite que puedan eliminarse por medio de herramientas adecuadas las capas externas, al objeto de suprimir defectos en la superficie de la perla. Esta práctica, sin embargo, no es deseable y la gema debe ser comercializada según se extrae de la madreperla, salvo su perforación axial si va a ser enfilada.
Perlas Silvestres
En realidad muchos moluscos, en especial gasterópodos y lamelibranquios, recubren la parte interior de sus conchas con nácar (algunas son ciertamente hermosas y apreciadas por ello) y han sido utilizadas industrialmente desde hace muchos años, como en marquetería, taraceas, fabricación de botones, cuentas y otros pequeños objetos de joyería.
Aunque muchos moluscos, incluso cefalópodos (como el nautilus) pueden producir nácar, únicamente algunos son capaces de hacerlo en la cantidad y calidad suficientes para que pueda generarse una perla, como es el caso de algunas especies de ostras, llamadas por ello perlíferas (Pteria), conocidas desde la antigüedad. Estas especies viven en las aguas cálidas y transparentes de los mares tropicales como el Mar Rojo, océano Índico, Mares del Sur o costas E. u O. de América Central, siendo la principal zona productora el Golfo Pérsico, donde se encuentran en grandes bancos que se extienden en ambas orillas durante muchas millas a unos 8-10 metros de profundidad.
Además de las especies del género Pteria, pueden formarse perlas en otros lamelibranquios marinos, incluso en las ostras comestibles, aunque en raras ocasiones y desprovistas de brillo. Algunos moluscos vivalvos de agua dulce, como la Margaritana margaritífera, pueden producir verdaderas perlas de hermoso oriente, aunque a menudo mal formadas. También el manto de las especies Unio y Anodonta reaccionan en forma acusada ante cuerpos extraños, produciendo sobre todo perlas adheridas a la valva (tipo Mabe). La especie Pinctada margaritífera, que habita en los mares de Polinesia, es conocida ya desde antiguo, con una fuerte demanda de su concha para la industria botonera europea del siglo pasado.
Durante el primer cuarto del siglo XX los criaderos de perlas salvajes han sido objeto de una exagerada pesca intensiva, a veces por buceadores con gran riesgo de sus vidas, de la que en aún hoy no se han recuperado. Baste indicar que para obtener una perla silvestre a veces es necesario abrir miles de ostras.
Perlas Cultivadas
La escasez cada vez más acusada de las perlas silvestres indujo a la producción de perlas cultivadas en las que, a diferencia de aquellas, es la mano del hombre quien facilita la acción de la naturaleza introduciendo el cuerpo extraño que servirá de núcleo a la futura perla dentro de la ostra.
Para ello se extrae un trozo del manto de una ostra donante, se corta en finas secciones que se implantan delicadamente en una cavidad abierta con un escalpelo en el frágil tejido de las ostras madre (receptoras), al mismo tiempo que se añade un núcleo consistente en un pequeño grano esférico de nácar obtenido de la concha de un mejillón de agua dulce originario de China o Estados Unidos. Ambas, donante y madre, deben ser cuidadosamente escogidas de la especie adecuada y retiradas y devueltas con cuidado a su medio natural de crecimiento.
Al cabo de dos semanas, en el mejor de los casos, el tejido vivo injertado habrá formado un saco perlífero en torno al núcleo; en su interior la perla podrá comenzar a crecer. Las ostras serán devueltas al mar suspendidas en balsas, en lugares previamente seleccionados, donde la alimentación, temperatura y demás condiciones ambientales resulten idóneas, serán sometidas a control sanitario y limpiezas periódicas y al cabo de un tiempo (entre dos y tres años), si todo ha ido bien, se extraerá una hermosa perla.
El proceso, aunque hay variantes según la especie, es sencillo pero extremadamente delicado, influyendo decisivamente la destreza del técnico que lo realiza en la cantidad y calidad de las perlas obtenidas. En efecto, un importante porcentaje rechazará el implante, y únicamente el 40 % de las ostras nucleadas sobrevive y produce perlas, y de estas el 20 % son comercializables, siendo desechadas las demás por excesivamente imperfectas, y menos del 3 % de las ostras tratadas produce perlas de la calidad necesaria para que sean consideradas gemas finas.
Actualmente se cultivan perlas con diversas especies de ostras y en diferentes partes del mundo, cada una con sus características propias que las distingue perfectamente, siendo las más conocidas y valoradas las siguientes:
Perlas Akoya (Japonesas)
La ostra Akoya (pinctada martensi fucata), de pequeño tamaño, descubierta hacia 1850, proviene esencialmente del sur y oeste del archipiélago japonés, es el origen de las perlas cultivadas clásicas del Japón, distinguidas por tener el mayor lustre y oriente del mundo. La implantación tiene lugar en la época cálida y la recolección durante el invierno, siendo destinada una buena parte de su producción a ser enfiladas para collares.
No hace mucho tiempo China ha conseguido producir perlas Akoya en sus propias aguas, aunque sin alcanzar el extraordinario lustre de las perlas cultivadas Akoya japonesas.
Perlas Blancas de los Mares del Sur
La ostra productora es la Pinctada Maxima, también conocida como “labio dorado o plateado”, de gran tamaño, descubierta por los europeos en el noroeste de Australia en 1860, aunque no sería hasta 1956 cuando se creó la primera compañía de perlas cultivadas. Se cultiva en mares tropicales o subtropicales de Australia, Myanmar, Indonesia y otros paises del Pacífico sur y producen perlas de gran tamaño (entre 10 y 20 mm), de colores que van del blanco al dorado y se cotizan a elevados precios dada su belleza, rareza y gran tamaño
Perlas Negras de los Mares del Sur
Conocida como Te Ufi (nombre científico Pinctada margaritifera), es una ostra de gran tamaño, también llamada de “labios negros” que se encuentra en la Polinesia francesa, en el Pacífico sur, a medio camino entre Australia y Sudamérica. Antes de su cultivo, que comenzó en la década de los 60, sus perlas negras eran famosas y valiosísimas, conocida como “perla de reinas” o “reina de las perlas”. Los colores de estas perlas cultivadas van desde el gris claro al negro con matices verdosos, púrpura o azulados que son muy apreciados, y su tamaño habitual es de 8 a 14 mm, no siendo raras gemas de mayor tamaño. Por su propia naturaleza es muy difícil de conseguir un conjunto de perlas de características uniformes, por lo que son más utilizadas para la creación de joyas con una única perla, como sortijas, colgantes, broches, alfileres de corbata, etc.
Perlas de Río
Las perlas de río, o de agua dulce, pueden encontrarse en aguas no saladas por todo el mundo, siendo muy conocidas las de China (sus descubridores allá por el siglo XIII), Japón y Estados Unidos. Algunos mejillones y moluscos producen perlas de alto brillo y bello oriente, con una riqueza cromática muy amplia, pero sus formas suelen ser muy irregulares y más pequeñas que las marinas. Se han hecho muy populares en los últimos años, ya que sus caprichosas formas y colores permite a los diseñadores crear piezas exclusivas e irrepetibles.
Mientras que las ostras marinas son implantadas con manto y un núcleo, las de agua dulce, para producir perlas de hasta 8 mm, es suficiente con un injerto de manto. Pueden dar hasta tres cosechas sin implante suplementario, ya que aún permanece el estímulo productor. Desde la segunda cosecha se producen menos perlas pero estas tienen un lustre superior y más hermosos colores
Perlas Mabe
La ostra perlífera mabé (pteria penguinhabita) vive en los mares tropicales de Sur y Este de Asia, cerca de las islas japonesas de Okinawa y posee un maravillo nacar irisado con un gran lustre y tonos metálicos. A pesar de los reiterados intentos de cultivar perlas redondas en esta ostra sin resultados positivos, en los años 50 se consiguió obtener perlas hemisféricas implantando núcleos en su concha. Estas perlas, que reciben el nombre de perlas Mabe son utilizadas engastadas en aretes o anillos ya que de este modo se oculta su lado plano.
Pero curiosamente, hoy día, las perlas de cultivo hemisféricas (también llamadas “medias perlas”) no se obtienen de perlas mabé, sino de la pinctada maxima o “labios de plata”, de los Mares del Sur, normalmente cuando se va agotando su ciclo de vida productora. El proceso de obtención es simple: un núcleo hemisférico en plástico con la forma deseada es adherido directamente en la cara interior de las conchas de la perla madre, que comienza de inmediato a recubrirlas con nácar.Durante la recolección se retira el núcleo obteniéndose una especie de molde formado por nácar endurecido, de un espesor a veces no mayor que el de una uña, y cuyo interior se rellena de una pasta resinosa para darle el cuerpo necesario.
Perlas Keshi
Son perlas que se forman espontáneamente en las ostras madre cultivadas, seguramente a consecuencia de haberse introducido un objeto extraño ajeno al núcleo implantado. Suelen tener calidades similares a las perlas cultivadas pero mucho más pequeñas, considerándose un subproducto del cultivo de perlas. Su manufactura requiere que sea realizada en paises de salarios bajos, ya que de otro modo se encarecerían enormemente. En los cultivos de los Mares del sur pueden obtenerse, sin embargo, piezas de más de 10 mm. Como se trata de perlas naturales, sin núcleo, a veces se utilizan pulverizadas para ciertos medicamentos orientales.
Perlas Artificiales
Tanto las perlas silvestres o salvajes como las cultivadas son perlas naturales, ya que son generadas por una madreperla viva. Sin embargo, debido al alto valor de aquellas, ya desde la antigüedad se han producido imitaciones, aunque es en los siglos XVI y XVII cuando se realizan a gran escala, sobre todo en Francia e Italia.
Las técnicas empleadas han variado con el tiempo: desde un núcleo de concha, recubierto de una pasta fabricada a base de escamas de pescado, hasta las actuales, muy sofisticadas, que utilizan núcleos de concha, plástico, cristal o porcelana, recubiertos con productos sintéticos consiguen piezas que al primer vistazo pueden ser tomadas por naturales o de cultivo.
El nombre más popular en perlas de imitación es el de “Majorque” (Manacor), que toma su nombre de la isla mayor del archipiélago Balear. Existen también importantes centros de producción de perlas de imitación o artificiales en muchas partes del mundo, esencialmente en Extremo Oriente.
No es difícil distinguir una perla auténtica de una artificial utilizando métodos técnicos, únicamente al alcance de expertos, como medición de fluorescencia bajo rayos ultravioleta, rayos X, examen de la superficie bajo microscopio electrónico o análisis de su peso específico.
Mucho más simple y al alcance de todos es realizar la “prueba del diente” a la perla. Para ello deslizarla suavemente entre los dientes delanteros; si parece de tacto arenoso, es probablemente una perla natural o cultivada, si resulta lisa y pulida, es una perla artificial.