Dado que la cualidad más preciada de un diamante es su exquisito brillo, debemos asegurarnos de que este no se apague por causa alguna. Para ello es necesario mantener un mínimo de cuidados de nuestras preciadas gemas. Aquí se indican algunos consejos.
Los aceites corporales, algunos jabones, productos cosméticos y las grasas junto con el polvo se van incrustando en los intersticios de las piezas, cubriendo de una película de suciedad la superficie de nuestros diamantes de modo que pierden su transparencia y capacidad de brillo. Para evitarlo es necesario limpiarlo con frecuencia, siendo recomendable, para un uso normal, hacerlo una vez al mes.
Un procedimiento sencillo y eficaz para limpiar nuestras piedras es el siguiente: Sumergir unos minutos las piezas en una solución jabonosa preparada con un detergente líquido neutro, cepillarlas con cuidado utilizando un cepillo de cerdas suaves (sirve un cepillo dental no muy duro), procurando alcanzar todos los lugares. Aclarar abundantemente bajo el agua corriente y secar a continuación con un paño suave y sin pelusa, procurando eliminar todo el agua.
Otro procedimiento muy sencillo es introducir las piezas en una solución de agua y amoniaco al 50%. Al cabo de media hora frotar las piezas con un cepillo suave aclarándolas en la misma solución y dejándolas secar después directamente.
También es posible realizar la limpieza de nuestras joyas con alguno de los líquidos limpiadores que habitualmente utilizan los profesionales, siguiendo las instrucciones que acompañan a los mismos.
Es relativamente frecuente que al quitarse un anillo durante el aseo, o al limpiar la pieza, esta se escurra por el sumidero del lavabo. Para evitarlo aclarar las piezas dentro de un colador de cocina, y si ya se ha “caído” cerrar inmediatamente el grifo y registrar los sifones de la tubería de desagüe, donde suelen detenerse. Una buena pieza bien merece este pequeño esfuerzo.
La mejor manera de tener controlada una pieza es llevarla puesta. Pero si bien es cierto que los diamantes son resistentes, un golpe fuerte propiciado en la dirección de un plano cristalográfico podría provocar un astillamiento o lasca.
Las piezas que engasten diamantes u otras piedras preciosas deben llevarse al joyero periódicamente, en función de su uso (una vez al año, para un uso normal). Esta pequeña molestia le proporcionará la tranquilidad de que los engastes se encuentren en condiciones, a la vez que sus joyas pueden obtener una limpieza profesional.
- Seguro que no le gusta separarse de su diamante. Sin embargo conviene no llevarlo puesto mientras se realizan trabajos manuales duros, se practican deportes, o incluso se friega la vajilla.
- Es muy prudente quitarlo cuando se hacen las tareas del hogar, pues algunos productos químicos de uso doméstico habitual, como el cloro, podrían dañar, no la piedra, pero si su montura o engaste.
- Al guardar los diamantes en un joyero, se debe tener cuidado de hacerlo separadamente de forma que no puedan tocarse las diferentes piezas ya que aquellos podrían arañarse entre sí o rayar a otras joyas del estuche.
- Por último, para tener sus joyas protegidas conviene realizar inventario de las mismas y comprobarlo de vez en cuando, guardarlas en lugar seguro y no olvidarlas a la hora de contratar las pólizas de seguros.