Origen y Formación
El diamante es carbono puro cristalizado en el sistema cúbico, habitualmente en forma octoédrica o dodecaédrica. Su composición química, por tanto, es la misma que la del grafito (dimorfismo), y que se presente en uno u otro depende de las condiciones en las que tuvo lugar la formación. En verdad cuesta trabajo creer que un diamante y la mina de un lapicero tengan la misma composición química.
Al contrario que con el grafito, para que se formen diamantes se requieren elevadísimas presiones y altas temperaturas, con probabilidad dentro de magma fundido, y explusados al exterior por chimeneas de tipo volcánico eruptivo, en las que se dieron aquellas condiciones. Las más conocidas se encuentran en la región sudafricana de Kimberley, lo que ha dado nombre a una roca de tono azulado, la kimberlita, presente en las citadas chimeneas, aunque también aparecen diamantes en depósitos aluviales y diluviales de origen antiguo, llamados yacimientos secundarios, junto con otros metales pesados y también valiosos como el oro, platino, circonio, rutilo, etc.
Se presenta en cuatro variedades distintas: Diamante propiamente dicho, como cristales aislados o grupos cristalinos y que se usa en joyería; Bort, en masas translúcidas u opacas; Balas, conglomerados irregulares de pequeños fragmentos cristalinos, y Carbonado, o diamante negro, de este color o grisáceo, que aparecen rellenando cavidades profundas de origen volcánico. Estas tres últimas variedades son de aplicación exclusivamente industrial, para herramientas o como abrasivos para pulimentación de otros diamantes.
Pero no es este el único origen de los diamantes. También se han recogido pequeños diamantes opacos procedentes de meteoritos con similares características físicas a los terrestres, pero con distinta estructura cristalina (las redes de átomos de carbono aparecen giradas 60º), por lo que reciben el nombre de diamantes hexagonales. Se cree que estos diamantes se generan al someter el grafito que contienen los meteoritos a las enormes presiones y temperaturas derivadas del impacto contra la corteza terrestre.
Características
El diamante tiene un peso específico de 3,52 (aunque varía ligeramente con la calidad), un elevado coeficiente de refracción (n=2,407), siendo el elemento más duro que se conoce (10 sobre 10, en la escala de Mohs), posee una amplia gama de transparencias y coloraciones. Es buen conductor del calor (tacto frío), y de lustre graso y falto de brillo cuando se encuentra en bruto. Es resistente a los ácidos y bases, arde a 800º en atmósfera de oxígeno transformándose en dióxido de carbono. A 1.000 º C en atmósfera inerte se transforma en grafito.
Directamente relacionadas con sus características físicas, tiene unas propiedades que lo hacen especialmente deseado. Así su dureza es la cualidad más apreciada en la industria, donde se utiliza a gran escala, hasta el punto de que si de pronto desaparecieran los diamantes del mundo, sería un desastre de grandes proporciones para la industria metalúrgica que los emplea masivamente. De igual modo, su alto índice de refracción, debidamente aprovechado durante la talla, hará que un diamante convertido en gema muestre el característico brillo conocido como diamantino.
No todas las características de los diamantes no se hacen ostensibles a simple vista para cualquiera, son necesarios conocimientos, experiencia y, a menudo, instrumental adecuado para ello. Así una lupa u otro elemento de ampliación permite ver sus inclusiones, talla, etc., pero será necesario emplear un refractómetro si se quiere determinar el valor de su ángulo de refracción, un espectroscopio para averiguar su espectro de absorción, luz ultravioleta e incluso rayos X si se desea distinguir con toda certeza una pieza auténtitica de una buena imitación.
Producción y Comercialización
Los diamantes eran conocidos en la India hace más de tres mil años, donde se encontraban los únicos yacimientos durante siglos, situados en la región de Golconda, de donde salieron algunos de las piezas más célebres, como el Koh-i-Noor. Hoy en día están prácticamente agotados, limitándose a algunos depósitos aluviales y una chimenea de kimberlita.
En 1729 fueron descubiertos yacimientos en Brasil, en Minas Gerais (Diamantina), Matto Grosso, Bahía, etc. , pasando a ser el primer productor mundial, pero su producción actual ha decrecido notablemente y la mayoría de ella va destinada a la industria.
Africa del Sur se incorpora en 1865 a la producción de diamantes, pasando rápidamente a ocupar los primeros lugares del mundo. En sus yacimientos de Premier y Kimberley se obtienen las más cotizadas gemas por su pureza, tamaño y calidad. En realidad los yacimientos sudafricanos son los auténticos precursores de la industria moderna del diamante.
Se producen también diamantes, la mayoría de ellos de origel aluvial, en otras zonas de África, como Zaire, Tanzania, Africa sudoccidental, Ghana y Sierra Leona. También hay yacimientos en Australia, Borneo, Venezuela y Guayana. El antiguo Congo abastece la mayor parte del consumo industrial de diamantes. Rusia se ha sumado a los productores de diamantes a mediados del siglo XX (montes Urales, Siberia), superando en volumen a Africa del Sur, aunque no se conocen con certeza sus posibilidades.
Con la extracción el ciclo industrial del diamante no hace más que comenzar. La talla tiene lugar en paises a veces muy alejados de los centros de producción, destacando principalmente la India, Israel, Amberes y Nueva York, y secundariamente en otros muchos paises
En la actualidad, entre Australia, Zaire, Botswana, Rusia y Namibia son responsables del 90% de la producción mundial.
Únicamente el 25% de los diamantes extraidos pueden calificarse como gemas, la mayoría menores que una cerilla, y casi el 50% de su peso se pierde durante la talla.
Para obtener un diamante de calidad gema es necesario extraer y procesar más de 250 Tm de mineral, lo que justifica sobradamente su precio.
Se suele decir que antes de que un diamante brille en la mano de una mujer es probable que haya visitado países de los cinco continentes, y pasado por las manos de cientos de personas.
El mercado mundial de estas gemas, salvo Iberoamérica y Rusia, está controlado por un pequeño grupo de empresas encabezadas por De Beers Consolidated Mines, Ltd., a través de empresas subsidiarias. Amberes, Londres y Nueva York son los tres principales centros de contratación, cuyos precios se suelen fijar en esta última.
Diamantes Sintéticos
Como era de esperar, debido a su alto precio, los diamantes han sido y siguen siendo muy imitados, utilizando a veces sofisticadas técnicas. Desde las más sencillas, obtenidas a partir de un de vidrio de plomo llamado “strass”, a menudo moldeadas, a las más logradas que se obtienen por talla y pulido convencionales de una piedra de inferior calidad y precio.
Con algo de experiencia no es difícil de distinguir una imitación moldeada, ya que con la lupa pueden verse las aristas y filos redondeados y a veces con burbujas de aire en su interior; además, al ser malas conductoras del calor, su tacto es cálido o neutro, no frío como el del diamante natural. Estas imitaciones son opacas a los rayos X, en tanto que el diamante es transparente.
También se pueden obtener imitaciones a partir del cristal de roca, variedad transparente de cuarzo, que puede ser cortado y tallado en forma de brillante, del circonio semiprecioso, capaz de dispersar bien la luz, del titanato de estroncio, del rutilo (óxido de titanio) o la espinela (aluminato de magnesio), que pueden hacerse transparentes con el tratamiento térmico adecuado. Su dureza está comprendida entre 7 y 8, por lo que son fáciles de rayar con un diamante natural (10).
No hay que confundir, sin embargo, los diamantes de imitación con los sintéticos, ya que estos tienen la misma estructura cristalina y características que los naturales. En efecto, en 1955, los técnicos de la General Electric, utilizando presiones de 100.000 Atm. y temperaturas de 2.750 ºC, consiguieron sintetizar diamantes. También más recientemente se han obtenido diamantes de igual calidad a los naturales calentando una pequeña “semilla” de diamante en atmósfera de metano, lográndose piezas de alrededor de 1 quilate, pero su precio es mucho mayor que el de aquellos.