El concepto de piedra preciosa puede parecer en principio bastante indicativo, sin embargo no es simple la definición de una piedra preciosa. Para empezar no tiene por que ser únicamente una piedra, mineral o roca en sentido estricto (aunque la mayoría lo son), ya que una perla, el ámbar, el azabache, el marfil, el coral, incluso fósiles son utilizados como piedras preciosas y su origen es orgánico. Por otra parte, el calificativo de preciosa es algo muy subjetivo y hace referencia, sin duda, al valor y estima que suscitan o se le atribuye, pero precisamente por eso ¿dónde se encuentran los límites del término?.
Deben darse ciertas características para que una piedra merezca la calificación de preciosa, aunque la evaluación de las mismas no sea siempre fácilmente objetivable. La rareza y la belleza son, sin duda, las principales: la primera es objetiva y no ofrece duda, en tanto que el concepto de belleza es enormemente subjetivo, e incluso cambiante en el tiempo.
El número de piedras preciosas ronda el centenar, aunque siguen descubriéndose nuevas piedras y variedades que merecen tal calificación. Se suele denominar variedad de una piedra preciosa a aquella que se diferencia de la representativa del grupo en alguna característica, generalmente el aspecto o color. Actualmente el número de variedades es de aproximadamente el doble.
En absoluta sinonimia con piedra preciosa se utiliza también el nombre de gema que, desprovisto de las connotaciones antes citadas, no toma en cuenta la naturaleza del material constituyente ni el valor intrínseco del mismo, por tanto de aplicación más universal y aconsejable. Resulta curioso constatar que los gemólogos al referirse a un diamante o un rubí le llaman sencillamente “piedra” prescindiendo, conscientemente o no, del poco fiable término de “preciosa”.
Es habitual oír hablar de piedras semipreciosas como un grupo de piedras que no “alcanzan” o les falta algún atributo para la categoría de preciosas. Nada más inexacto y lejos de la realidad. Ni por su belleza ni por su valor económico, ya que en esta calificación se incluyen muchas piedras que no son tan conocidas (turmalinas, andaluzitas, etc.), pero de una gran belleza y cuyo valor puede ser mayor que otra tradicionalmente considerada preciosa (p.e., una tanzanita de calidad media tiene más valor que una esmeralda normal). Es, pues, muy aconsejable desechar definitivamente este desafortunado y peyorativo término.
Con el nombre de piedras preciosas sintéticas se suele denominar a las obtenidas por procedimientos diseñados por el hombre (en la jerga profesional se les suele llamar síntesis), siendo sus propiedades y características muy similares a las piedras de origen natural, aunque distinguibles al microscopio. Nada tienen que ver con esto las piedras sintéticas que no tienen par en la naturaleza y son por ello consideradas imitaciones, o los procedimientos a los que se someten las piedras naturales para modificar algunas de sus características, como el color, etc., que siguen siendo lo que originariamente fueron, por lo que podrían considerarse variedades de aquellas.
Se conoce con el nombre de imitación a una reproducción de piedras preciosas realizada por el hombre que, sin poseer ninguna de las características físicas o químicas de aquellas, emula su aspecto, color u otra característica de la natural. No deben ser confundidas con las piedras preciosas sintéticas.
Piedras preciosas de color es un nombre que se aplica actualmente en el comercio al conjunto de piedras preciosas, excepto el diamante. También se les suele denominar simplemente piedras de color.
Los nombres de las gemas tienen un origen diverso, originariamente derivados del latín o griego, muchas veces de motivo incierto. En tiempos pasados se han asignado nombres con múltiples criterios: aludiendo a sus características, su descubridor, su composición, lugar de origen, etc., a veces con intereses comerciales de por medio dando lugar en ocasiones a distintos nombres para una misma piedra. Para evitar confusión y riesgo de engaños el comercio de piedras preciosas está regulado por la Confederación internacional de bisutería, joyería, orfebrería, diamantes, perlas y piedras, reconocida por las siglas C.I.B.J.O., lo que ha contribuido a incrementar la seguridad del comercio de piedras preciosas.