Rubí

El Corindón, conocido desde el primer milenio aJC., aunque su nombre es relativamente reciente, tras el diamante, es el más duro elemento de la naturaleza y el único con dureza 9. Apreciado no solo en la joyería sino en la industria, precisamente por esta cualidad, lo componen dos variedades, el rubí, de color rojo y el zafiro, con los demás colores. Hasta comienzos del siglo XIX se creían dos piedras distintas.

El rubí debe su nombre a su color y este a las impurezas de cromo presentes en él, aunque hay tonalidades diversas y pocas veces uniformes, lo que da lugar a distintas denominaciones como “rubí de Birmania”. El más apreciado es el de color “sangre de pichón”.

Con frecuencia presenta inclusiones que, de no ser exageradas, no restan valor a la gema e incluso permiten identificar su origen. A veces contiene finas agujas de rutilo que le da un brillo seda y un asterismo en forma de estrella que se evidencia en la talla en cabujón (como el Reeves Star de la derecha). Un rubí de notable calidad y belleza puede superar en valor a un diamante.

Sometiendo las piedras a la acción del calor se pueden mejorar sus colores o tonalidades

La mayor producción corresponde a Birmania, Australia, Sri Lanka y Tailandia y en menor escala Brasil, Tanzania, Zimbabwe, Camboya, Pakistán y EEUU.

Durante mucho tiempo se han considerado como rubies piedras que en realidad no lo eran, como las espinelas e incluso granates, siendo célebre la que luce la corona imperial británica en su centro, conocido como “Black Prince’s Rubi”, que es en realidad una espléndida espinela. Pueden presentar un aspecto parecido al rubí la fluorita, el piropo el almandino (granates), la espinela, laturmalina rosa el zircon rojo, el jacinto o el topacio, aunque sus características y constantes físicas permitan distinguirlos sin ninguna duda.